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La Mano Inocente

Artritis metafísica

Siempre alguna mujer me llevó de la nariz 
(para no hacer mención de otros apéndices). 


Anillado 
como un mono doméstico, 
salté de cama en cama. 

¡Cuánta zalema alegre, 
qué equilibrios tan altos y difíciles, 
qué acrobacias tan ágiles, 
qué risa! 

Aunque era un espectáculo hilarante, 
hubo quien se dolió de mis piruetas, 
lo cual no es nada extraño: 
en semejante trance 
yo mismo 
me rompí el alma en más de una ocasión. 

Es una pena que esos golpes 
que, entregados al júbilo del vuelo, 
entonces casi no sentimos, 
algunas tardes ahora, 
en el otoño, 
cuando amenaza lluvia 
y viene el frío, 
nos vuelvan a doler tanto en el alma; 
renovado dolor que no permite 
reconciliar el sueño interrumpido. 

En esas condiciones no hay alivio posible: 
ni el bálsamo falaz de la nostalgia, 
ni el más firme consuelo del olvido. 


Ángel González (La palabra en el aire, con Pedro Guerra)

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