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La Mano Inocente

Uno por uno: Uno


Otro opaco cielo gris despunta con la claridad del amanecer trayendo la vida a esta lata de conservas que es mi isla. Como el hombre que nace del animal me levanto despacio y con intención, un día más, de rematar todas las tareas que debo llevar a cabo.

Marco una rayita más, en el tronco que hace de pilar central de mi techado de loneta azul, hoy es el día 11.625, enrollo la manta y la coloco en su lugar, me visto, me peino, como unas bayas y salgo de la techumbre de loneta azul. Con zancadas de 1.05 metros recorro el perímetro de la isla en los habituales 400 pasos de todos los días, izo la bandera roja, abrillanto el escudo, giro sobre mis pies y me dirijo al norte al punto de encuentros.  Me planto firme y alzo el brazo, agitándolo ocho veces de izquierda a derecha hacia la isla, que aparece como una mancha en el horizonte. El brillo de una respuesta se clava en mi pupila. Espolvoreo un puñado de tierra al frio viento racheado en recuerdo de todo aquello que debo recordar y de lo que apenas me acuerdo, evocándolo con algo inconcreto para no olvidarme de nada. Derramo una lágrima, y la dejo caer hasta el suelo antes de sonarme las narices con el pañuelo rosa.

En las islas de estos parajes la gente espera a que el mar se hiele con la llegada del invierno para poder así ir en busca de aquello que allá se pueda encontrar.

Yo he confeccionado una lista de 100 elementos. Hasta que no esté completa no podre partir. 

El elemento nº 1 lo borre hace tiempo, antes de que la lista fuera tan larga. Antes incluso de que hubiera lista.

He visto helarse el mar ya 9 veces desde que me paro a pensar en cruzarlo. Nunca me he atrevido tan siquiera a pisarlo.

El elemento 100 es una pluma de lechuza. Solo falta el ultimo.

-Hola-

Sobresalto – ummmm, hola, ¿de donde vienes?

-vengo del norte, allí ya está el frio calando hasta los hueso- ¿Qué haces tan sólo bajo la loneta azul?

-umm, espero a que el mar se hiele para poder caminar sobre él.

-Bien, entiendo. Deberías dirigirte al sur. Allí vive un pueblo de gente alta y orgullosa, de pieles oscuras y brillantes que se dedican a cuidar de las tierras, de las bestias y de los niños. Viven en paz, en chozas de madera. Allí los niños crecen regordetes y vivarachos entre juegos y risas, las tierras son prosperas y las bestias fecundas. Un lugar cálido y hermoso. Te gustaría.

-ahhh, que envidia, tú que viajas y ves cosas del mundo. Pero, ummm, yo no sé cuidar de las tierras, ni de los animales, ni de los niños. No sé cómo me adaptaría a un lugar así.

-Bien, entiendo. Pero debes saber que al norte, al este y al oeste, las gentes también viven en paz, y también se dedican a cuidar de las tierras, de las bestias y de los niños. ¿¿¿¿Que buscas si no entonces???

- ummm, aun no sé lo que busco, por ahora estoy esperando a completar mi lista de cosas necesarias para poder partir y de esa forma afrontar lo que me acontezca con seguridad.

-Bien, entiendo. Yo por mi parte viajo con lo que mi propio cuerpo me ha dado, con lo que nací, nada más. Si no fuera así no podría viajar tan lejos. Si, sé que es una carga ligera, pero no siempre es tan liviana. Por ejemplo, si me quedara aquí contigo, y comiera de tu comida, y bebiera de tu vino, y acompasara al dormir mi corazón con los latidos del tuyo, si al amanecer el sol brillara con la misma intensidad para mi con la que a ti te alumbra, el día de la partida quizás mi corazón no pudiera elevarse. -¿me entiendes?

-sí, creo que sí.

-Aun así algún día buscare un bello árbol en una sabana de ocasos purpuras y formare una familia.- bueno, ahora debo partir antes de que se me haga tarde, el camino es largo.

-ummm, que lastima que te marches tan pronto. Bueno, espero te sea placido el camino.- adiós-

-adiós, yo espero que consigas lo que te falta para completar tu lista.

Al alzar el vuelo, la lechuza nival, aleteando con fuerza perdió una pluma. Me quede observando cómo se alejaba dirección al sur, banboleandose como si el mismo mar la acunara en su viaje, bamboleandose vi caer la pluma de lechuza. Acalorado la seguí con la vista hasta que se deposito en el mar. Estire la mano hacia ella y la cogí. Una vez en la mano me dirigí hacia la techumbre de loneta azul, perplejo en la observación del último elemento.

Mientras rompía en mil pedazos la lista de los 100 elementos las lágrimas me cubrían el rostro en número indeterminado, como cada anhelo, cada sueño. Entre hipos y mocos me bamboleaba como el propio mar, bajo la loneta azul. Aqui en mi isla.

1 comentario

Anónimo -

¿Es la lechuza como la rosa?